Un café falacia

Ayer me tomé el sorbo más amargo de un café que me pudieran haber servido, fue amargo porque su contenido estaba lleno de falacias que note pronto; aunque primero noté que ya se servía otro café en nuestra mesa para dos, aunque la amargura no fue tanto por eso... porque yo ya lo sabía, había una pista en nuestra polvorienta mesa que en la mañana se retiró y que de seguro se serviría más tarde para tal vez continuar con el episodio que ya se estaba realizando... Tal vez tuvo algo que ver con la amargura, pero más fue porque no tuviste la dulzura para ser franco; se supone que pese a los tintos que degustabas fuera de nuestra mesa no iban a afectar nuestro café, los tintos se supone, eran de paso, y fue falso, pues ya me estabas despachando; ¿En dónde quedaron esas palabras de aquel café acordado? A lo mejor eran ya muy ambiciosas para tu capacidad efímera de amar si es que a eso se le puede llamar... Dónde quedaron aquellas promesas de marzo cuando acordamos acompañarnos entre saberes y placeres mientras que cada uno en su más genuina e intrínseca faceta solo sería hasta en su torpeza... ¿En dónde quedaron que no lo ví ayer? Ya hoy es distinto, ya hoy es hostil y amargo como ese café lleno de falacias tuyas porque según figura el asunto, ya no eres mi Rey y yo mucho menos tu Reina.

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