La dádiva es hoy

Enterrado en el tiempo, dulce recuerdo esclavo de su silencio que engulle mi zozobra y aún con el pasar de los días se mantiene latente en mi mente, parece perpetuo ¡Oh castigo! maldito castigo que aborrezco, que me harta, que me inquieta y a la vez me reconforta con pensamientos absurdos de su ser.
Por cuántas lunas más, aún no lo sé, pero ansío el desvanecer, cuánto diera porque en breve se marcharan  para más nunca retornar a mis aposentos que han quedado igual, con la esperanza de su regresar... Yo cómo le explico a mi utópico corazón que aún tranquilo en la tranquilidad de la verdad, tras haber abierto los ojos a la realidad y tras haberla comprobado con el fuego de la razón y la experimentación, no comprende porque no quiere comprender... Que torpe corazón el mío, que conoce sus habilidades; es que esa seductiva mitomanía endulza! como también esa mirada tierna conjunta con esa caballerosidad oriunda de principado que traspasa la negación de cualquier corazón; hasta fríos como el mío, que sin lugar a duda logró cautivar y a la vez lastimar. Ahora bien, algo cierto es, ya no está, ya se marchó y jamás volverá y será normal... A ratos como estos, en donde la vorágine de sentimientos parece precipitarse y salir a flote... ¡Frenesí de melancolía! que se camufla entre letras y aromas de aquel indiscutible y poco afable, una osadía de derroche que busca persuadir; a mis mejillas quiere sonrojar y a mi pecho, un suspirar... ¡Ah! Y yo con estas letras le quiero decir, porque ya no quiero huir, me quiero marchar, en efecto, quiero mis raíces retirar de este baldío terreno que no reserva, no cosecha, únicamente deambula el barullo de un hubiera, pero que no lo hubo ni lo habrá y ya está... A ratos como estos, en donde la marea del recuerdo se vuelve tormento en creciente y me lleva consigo hasta ese instante de aquel efímero adiós que nos estábamos dando tan absurdamente; evoca en mi la nostalgia de tenerle cerca y ya no; y no me queda más remedio que recordar... Pero esta vez es diferente; esta vez mis ojos no brotan mares y el sollozo armónico de mis entrañas ya no se nota, se ha ido, si, se marchó junto con el amor que se asomaba en las ventanas de mi ser y que se delataba con el ruborizar con tal solo su mirar, ahora se terminó; esto me ha dado alivio, consuelo de los afligidos, dádiva como recompensa a tan desesperado devenir de esa vez que me tomó por sorpresa y que me hizo despertar de aquel hechizo que me tenía embrujada... 
Acepté que nunca fue suficiente y que tal vez llegue a su vida lo que tanto espera y así pude renacer.

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